"Lloramos al nacer porque venimos
a este inmenso escenario de dementes."
William Shakespeare.
William Shakespeare.
Como cualquier domingo me puse a hacer zapping y me encontré con el programa "Princesitas" de h&h. No pude soportar ni 5 minutos, antes de que se me revolviera el estómago. No sé si alguna vez se detuvieron a mirar ese programa. Se entrevistan a madres que hacen participar a sus pequeñas menores de 8 años en concursos de belleza. Las transformaciones por las que pasan esas niñas es escalofriante. Desde tintura, autobronceadores, prótesis y blanqueamientos dentales, pestañas postizas, maquillaje hasta ropa y poses sugerentes. Lo más parecido a una Barbie de carne y hueso.
¿Niñas o muñecas vivientes?
No sólo me preocupa lo que se ve a simple vista, niñas disfrazadas de mujeres. Si no el trasfondo de esto. Las madres de estas niñas viven para esos concursos. Gastan fortunas en ropa, zapatos, maquillaje, viajes, etc. Las pequeñas se convierten en rehenes. No creo que una criatura disfrute de la presión de la competencia. El objetivo es ser la mejor y la mejor es la más linda. Entonces, ¿cuál es el mensaje para una niña? El mensaje es que lo importante es la “belleza” física. Y lo pongo entre comillas porque la belleza es subjetiva. El intento por crear modelos de mujeres en serie es lamentable. Y mucho más lamentable es que el modelo de mujer sea una muñeca articulada. Sin duda el problema lo tienen estas madres:
Charlie Branton tiene 2 años y es una de las pequeñas concursantes de este reality. La pequeña no deja de llorar mientras su madre le viste con un trajecito de volantes de color rosa y le pinta los labios con carmín. “Papá, papá”, grita la pequeña mientras su madre le coloca en el escenario. Cuando llega el momento de su actuación, Charlie mira al jurado y baila sensualmente mientras el público aplaude y sonríe.
Sabrina es otra de las concursantes. Vestida con un minúsculo trajecito de hojas de color verde y con una peluca de tirabuzones escucha a su madre que le dice “Mira que bien se mueve. Tú puedes hacerlo mejor ¿verdad?”. La pequeña está triste y no contesta a su madre, que le pregunta: ¿qué te pasa? Sabrina con un hilo de voz explica que no quiere subir al escenario, quiere volver a casa.
Lisa, de 4 años, protagonizó uno de los escándalos más sonados del concurso de belleza. Apareció cual Olivia Newton John, vestida de negro con una chaqueta de cuero y fumando un cigarrillo. Lo más llamativo es la madre, le dijo a la pequeña antes de subir al escenario, “no te olvides de fumar”.
Lo grotesco de "Princesitas" es el árduo camino que hacen esas niñas para conseguir su “sueño” (o mejor dicho, el de sus madres): convertirse en reinas de la belleza o muñecas rotas. ¿Es normal escuchar a una madre, decir orgullosa ante la cámara: “Mi hija ensaya hasta tarde, a veces hasta que no puede más y cae rendida, llorando”? ¿Está mal que una criatura llore porque le duelen los peinados, las prótesis dentales, o simplemente porque es una niña y no quiere tener que pasar por eso?
Hace poco en las noticias hablaron de una madre de Georgia que disfrazó de prostituta a su hija de 3 años para ganar un concurso de belleza. Pero eso no es todo, una madre inglesa conocida como la “Barbie humana” le regaló una liposucción y un cupón abierto para un implante mamario a su hija de 7. Circulan varios videos de la pequeña bailando en el caño como su mamá le enseñó. Casos como estos van in crescendo. Sin embargo, no pasa de la mera sorpresa.
¡Señoras y señores, abramos los ojos! Esto es un síntoma.
El cuerpo como mercancía
Foucault solía decir que el cuerpo es un texto donde se escribe la realidad social y en este caso no puedo estar más de acuerdo. Desde lo más individual el cuerpo encarna un pequeño poder, un micro-poder; que a su vez está en relación con otros micro poderes, y esta articulación se hace palpable en diversos campos, como por ejemplo: en el campo social, económico, político, cultural, entre otros. De las relaciones de los micro poderes, resulta la creación de normas, estipulaciones, acuerdos, en fin, diversas consecuencias que involucran al cuerpo y a la sociedad.
Si pensamos en el cuerpo de estas niñas podemos adivinar en qué tipo de sociedad está inmerso. Nos encontramos en pleno auge del consumo como mayor estandarte del capitalismo actual. Un mundo volátil, donde la velocidad y lo efímero predominan la escena cotidiana. Vivimos en una sociedad completamente “mediatizada”, de modo que nuestras vidas se ven constantemente inyectadas y atravesada por los discursos y las imágenes emitidos por los medios de comunicación. Es que al capitalismo contemporáneo le resulta más “útil” un tipo de cuerpo avaro, hiperactivo, mutante, insatisfecho y ansioso, que un cuerpo entrenado para obedecer ciertas rutinas, cumplir horarios y respetar una serie de ritmos predefinidos. Por eso, el cuerpo que responde con más eficacia a las demandas de nuestra sociedad es un cuerpo capaz de cambiar constantemente, y dispuesto a hacerlo, para lo cual necesita recurrir a una serie de productos y servicios disponibles en el mercado. Como bien afirma Bauman, “La característica más prominente de la sociedad de consumidores -por cuidadosamente que haya sido escondida o encubierta- es su capacidad de transformar a los consumidores en productos consumibles.”
Sin duda, el papel de los medios de comunicación es fundamental en la producción de cuerpos y subjetividades y, a la vez, en la construcción y reproducción de los mitos, con su permanente transmisión de imágenes y discursos que contribuyen a diseminar los modelos corporales considerados válidos e inválidos. Esto deriva inevitablemente en que, ese modelo de “cuerpo perfecto” tan influyente hoy en día es sumamente limitador de las experiencias corporales, ya que censura y condena moralmente todo aquello que queda fuera de sus estrechos márgenes. La antropóloga y comunicóloga Paula Sibilia explica lo paradógico de estas tendencias hegemónicas: “Por un lado, el cuerpo ocupa hoy en día el centro del escenario, inspirando una enorme serie de cuidados y una inédita devoción a las buenas formas y al bienestar corporal. Por otro lado, y al mismo tiempo, el cuerpo humano contemporáneo también se ve increíblemente aprisionado por un conjunto de creencias y valores que parecen despreciar su condición orgánica y carnal, tales como los “mitos” de la belleza, la delgadez y la juventud eterna.”
Y en ese conjunto de mitos entra la hipersexualización. Es decir la erotización de posturas, vestimenta y expresiones en las menores de edad. La exacerbación de una precoz sensualidad cargada de erotismo. De lo que estamos hablamos es de la exaltación de la sexualidad de niñas, que son presentadas como miniadultas sexualmente excitantes. Convertir a las niñas en “golosinas sexuales” es enfermizo y hasta macabro. Me pregunto como mujer ¿Qué sociedad quiero para mí y para mi hija? ¿Una sociedad que me cosifique y me convierta en objeto o una sociedad que me respete y en la que pueda vivir en plenitud mi sexualidad con todo lo que eso implica?
La película “Pequeña Miss Sunshine”, de Jonathan Dayton y Valerie Faris es una buena oportunidad para la reflexión familiar sobre estos temas. Ya que en clave de humor muestra a una familia americana completamente desestructurada que viaja a un concurso de belleza preadolescente, echando un conmovedor vistazo a las recompensas de ser un perdedor dentro de una cultura obsesionada con la victoria.
Pequeña miss sunshine |
Y así pasamos de los concursos de belleza de mujeres adultas a los concursos de belleza de niñas menores de ocho años. Pasamos de mirar pasarelas con modelos esqueléticas, a pasarelas de niñas disfrazadas de adultas. Además de los problemas físicos y mentales que puedan llegar a sufrir las pequeñas concursantes, lo triste es el mensaje que se transmite: una sociedad que valora ante todo y sobre todas las cosas la importancia de lo físico, donde las niñas viven por y para esos concursos, para ser la más bella del lugar. Dejan de ser niñas para convertirse en prisioneras de sus padres y de una belleza artificial. ¿Qué nos pasó como sociedad para que este tipo de eventos y actos en los que se cosifica a los niños no sólo existan sino que además se conviertan en Reality Shows exitosos?
La contribución de los medios a la enajenación no se limita a la revaloración de la imagen, porque Hollywood, la televisión, la fotografía, Internet, etc., no sólo nos muestran que hay que apreciarla estética personal; también nos dictan cómo hay que pensarla y valorarla. Existe un tipo de consumo que toma al cuerpo como su objetivo, imponiendo unas normas. Y este tipo de prácticas, de atención y culto al cuerpo, se ha entendido como una nueva forma de consumo, paradógicamente llamado consumo cultural. "La 'subjetividad' del 'sujeto', o sea su carácter de tal y todo aquello que esa subjetividad le permite lograr, está abocada plenamente a la interminable tarea de ser y seguir siendo un artículo vendible". (Bauman 2007) El mercado masivo al hacer del cuerpo su objetivo, lo ha transformado en mercancía, y en un medio para la manufactura y distribución de productos, porque no sólo se puede comprar un producto que "embellezca", sino que un cuerpo bello vende. La publicidad, las propagandas están plagadas de imágenes que señalan cuerpos delgados, esbeltos y agraciados, para ofrecer cualquier cosa. La sociedad, los medios, la prensa femenina, alientan de modo muy molesto esta especie de ambiente de pedofilia simbólica.
Muñecas rotas
Pero el problema se agrava cuando son los niños los que se convierten en cuerpo mercancía.
Estamos hablando de una industria que mueve más de 9 millones de dólares a costa de la inocencia de criaturas que apenas saben caminar. Estos desprecios a la niñez, llamadas pomposamente reality shows, incluyen niñas desde edades muy tempranas. Como lo son las categorías Baby Queen en el que participan niñas menores de 1 año, el Tiny Queen con niñas entre 1 y 3 años, el Pee-Wees Queen que incluye a niñas entre 4 y 6 años y por último pasan a las categorías superiores, hechas ya unas profesionales en el mundo de la pasarela.
Vemos niñas que están expuestas directa o indirectamente al maltrato, ya que deben pasar horas peinándose, maquillándose, ensayando y hasta bronceándose. En uno de estos certámenes televisados una nena de 4 años que estaba concursando fue sometida a toda la preparación previa al certamen mientras lloraba, chillaba y pedía desesperada que la dejaran en paz. Tenía fiebre y se sentía decaída, lo que provocó que su desempeño no fuera el mejor y quedara fuera de las premiaciones. Esto creó una gran frustración en la madre, quien la retiró del concurso en medio de tironeos y gritos.
En diciembre de 2010, la famosa revista Vogue publicó fotografías de varias niñas en poses sensuales y provocativas. Todas lucieron con una gran cantidad de maquillaje, vestidos ajustados, tacones, joyas. Este hecho, además de costarle el cargo a la directora de la revista, Carine Roitfeld, movió conciencias a un mayor nivel. Tanto que el Senado francés aprobó una iniciativa que prohíbe la participación de niñas en concursos de belleza y la ropa de adultos en tamaño para niñas, incluidos corpiños con relleno y zapatos de taco alto para nenas.
En países de habla hispana, psicólogas y terapeutas son quienes han alertado de los riesgos de la hipersexualización de las niñas e incluso han relacionado este fenómeno con la anorexia y bulimia en la adolescencia. La infancia de los niños está desprotegida. No es lo mismo cuando una niña juega en casa a ser mayor y se pone la ropa y zapatos de su madre que cuando es juzgada por su apariencia. Los problemas para las pequeñas participantes pueden crecer a medida que maduran. Algunas de ellas tienden a desarrollar algunos problemas de autoestima y frustración cuando crecen.
El niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento y en sus años de crecimiento hasta su mayoría de edad. Es nuestra responsabilidad como adultos hacer valer y respetar sus derechos. Es nuestra responsabilidad que tenga una infancia feliz y pueda gozar en su propio bien y el de la sociedad de derechos y libertades. Es nuestra responsabilidad que crezca en un ambiente de amor y comprensión. Donde se lo escuche y se atienda sus necesidades. La objetivización a partir de la hipersexualización va en contra de varios principios de la Declaración Universal de los Derechos del Niño y de la Convención sobre los Derechos del Niño. Es nuestra obligación que los niños sean niños. No podemos hacer la vista gorda. Esto debe escandalizarnos. Esto debe obligarnos a una reflexión colectiva a conciencia.
Cosificar a las mujeres y a las niñas, convertirlas en objetos de placer, no sólo es deshumanizado y perverso sino que exacerba y justifica la violencia de género y eso no podemos permitirlo. Como mujer y mamá de una niña, siento que es necesario abrir el debate. Es imperioso reflexionar acerca de qué sociedad tenemos y qué sociedad queremos. Yo no quiero una princesita prisionera en un cuerpo de Barbie. Quiero una hija libre y feliz, una hija que sea niña y disfrute de la niñez. Quiero que cada mañana se despierte con una sonrisa dispuesta a explorar el mundo con sus propios ojos. No quiero una marioneta que refleje mis fracasos o frustraciones. No seamos hipócritas, somos responsables de nuestros hijos. Y nuestros hijos tienen derecho a la infancia.
"Todas las personas mayores fueron al principio niños,
aunque pocas de ellas lo recuerdan."
Antoine de Saint-Exupery.
Muñecas rotas
Pero el problema se agrava cuando son los niños los que se convierten en cuerpo mercancía.
Estamos hablando de una industria que mueve más de 9 millones de dólares a costa de la inocencia de criaturas que apenas saben caminar. Estos desprecios a la niñez, llamadas pomposamente reality shows, incluyen niñas desde edades muy tempranas. Como lo son las categorías Baby Queen en el que participan niñas menores de 1 año, el Tiny Queen con niñas entre 1 y 3 años, el Pee-Wees Queen que incluye a niñas entre 4 y 6 años y por último pasan a las categorías superiores, hechas ya unas profesionales en el mundo de la pasarela.
En diciembre de 2010, la famosa revista Vogue publicó fotografías de varias niñas en poses sensuales y provocativas. Todas lucieron con una gran cantidad de maquillaje, vestidos ajustados, tacones, joyas. Este hecho, además de costarle el cargo a la directora de la revista, Carine Roitfeld, movió conciencias a un mayor nivel. Tanto que el Senado francés aprobó una iniciativa que prohíbe la participación de niñas en concursos de belleza y la ropa de adultos en tamaño para niñas, incluidos corpiños con relleno y zapatos de taco alto para nenas.
Revista Vogue |
En países de habla hispana, psicólogas y terapeutas son quienes han alertado de los riesgos de la hipersexualización de las niñas e incluso han relacionado este fenómeno con la anorexia y bulimia en la adolescencia. La infancia de los niños está desprotegida. No es lo mismo cuando una niña juega en casa a ser mayor y se pone la ropa y zapatos de su madre que cuando es juzgada por su apariencia. Los problemas para las pequeñas participantes pueden crecer a medida que maduran. Algunas de ellas tienden a desarrollar algunos problemas de autoestima y frustración cuando crecen.
El niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento y en sus años de crecimiento hasta su mayoría de edad. Es nuestra responsabilidad como adultos hacer valer y respetar sus derechos. Es nuestra responsabilidad que tenga una infancia feliz y pueda gozar en su propio bien y el de la sociedad de derechos y libertades. Es nuestra responsabilidad que crezca en un ambiente de amor y comprensión. Donde se lo escuche y se atienda sus necesidades. La objetivización a partir de la hipersexualización va en contra de varios principios de la Declaración Universal de los Derechos del Niño y de la Convención sobre los Derechos del Niño. Es nuestra obligación que los niños sean niños. No podemos hacer la vista gorda. Esto debe escandalizarnos. Esto debe obligarnos a una reflexión colectiva a conciencia.
Cosificar a las mujeres y a las niñas, convertirlas en objetos de placer, no sólo es deshumanizado y perverso sino que exacerba y justifica la violencia de género y eso no podemos permitirlo. Como mujer y mamá de una niña, siento que es necesario abrir el debate. Es imperioso reflexionar acerca de qué sociedad tenemos y qué sociedad queremos. Yo no quiero una princesita prisionera en un cuerpo de Barbie. Quiero una hija libre y feliz, una hija que sea niña y disfrute de la niñez. Quiero que cada mañana se despierte con una sonrisa dispuesta a explorar el mundo con sus propios ojos. No quiero una marioneta que refleje mis fracasos o frustraciones. No seamos hipócritas, somos responsables de nuestros hijos. Y nuestros hijos tienen derecho a la infancia.
"Todas las personas mayores fueron al principio niños,
aunque pocas de ellas lo recuerdan."
Antoine de Saint-Exupery.